11 - S

Hoy enciendo una velita para recordar las víctimas del atentado...., para que no se olvide lo que pasó con tanta gente inocente.... para no dejar en el olvido el terrorismo, la opresión, la impotencia, la manipulación, la violencia....
Hoy enciendo una velita con otra.... la que, de haber encendido hace mucho tiempo, hoy no estaría compartiendo su triste luz . La que todos los días tendríamos que encender por los pueblos enteros que viven bajo el terrorismo de "los grandes", los "democráticos", los "defensores de los derechos humanos"....
Espero que algún día ambas victimas vean luz, pero la del sol.... esa que deja ver las cosas tal como son, esa luz que no genera sombras, como la de las velitas.
Comentarios
Fue ayer, nomás, hablábamos
de esas dos imponentes torres,
de esas dos torres,
como dedos índices
de manos invisibles
jugando con las nubes
en el cielo tranquilo de Manhattan.
Fue ayer nomás, soñábamos,
con una paz duradera.
Pero de pronto dos pájaros rugientes
surcaron el cielo americano
sembrando de dolor y de muerte
de horror y de tristeza,
abriendo una ancha herida
en el corazón del mundo.
De este corazón que sufre por Irak
¡Al fin de cuentas fue reducido
a escombros el antiguo Afganistán!
¿Quien no recuerda, como una pesadilla
el holocausto de Hiroshima y Nagasaki,
al siniestro campo de Auschwitz,
y la vergüenza del muro de Berlín?
¿Quién no recuerda a Polonia,
Hungría y Checoslovaquia?
¿Quién no recuerda a los muertos
en la guerra de Vietnam?
Cadáveres por todas partes,
pueblos enteros dispersos,
como rebaño sin pastor.
Ay de aquellos que ensanchan sus imperios
con la sangre de hermanos derramada.
Ay de aquellos que se embriagan con la fama,
no de gloria, sino de inequidad.
Hombre, ¿no escuchas rugir el viento,
el viento que destruye ciudades
y siembra el terror?
¿No ves, acaso, la furia de las aguas
devastadoras del mar?
¿Se acerca el gran Día del Señor?
"Día de furia será aquel día",
día de ira y congoja
porque la tierra se oscurecerá
y comenzará a temblar
a causa del castigo del Señor.
¡Silencio!
Que los hombres guarden silencio,
guarden silencio y escuchen.
¡Silencio!
que nadie hable en la tierra;
que en el monte enmudezcan los pájaros
y queden quietos los peces en el fondo del mar.
Silencio y escuchen.
Escuchen esto, jefes de todas las naciones,
reyes y príncipes,
escuchen hombres poderosos
que gobiernan los pueblos:
no más guerras,
no más holocaustos.
No se fíen de las armas,
ni de la violencia,
madre de todas las violencias.
No sea que cansado, ya,
de tanta destrucción
y de tanta muerte,
les pida cuenta Dios
de lo que han hecho
con los dones de la tierra.
Alberto Martinez
San Miguel de Tucuman
Tucuman - Argentina
elmandecano@gmail.com